LA NADA ES DIOS
Terminan
los noventas y se anuncia un milenio de desastres con la llegada del año 2000. Todas las
sangres y los andes, las generaciones más bastardas siendo aniquiladas en esta
ciudad. Solo una década en decadencia, en la costumbre de negarlo todo y condenarlos
a todos. Yo respeto a esa gente que lo hizo sin ni mierda, sin esperar algún
premio. Es otra escuela.
Se juntaba a hacer bulla por esa época en salas de ensayo. Desahogo, licor y adicciones, vomitivo de alarido y ruido para solventar la catarsis de unos veinteañeros: Fumeres, Naza, Cynic, Cientific, Cáliz, Necro y Buenax. Grabaciones en cintas de cassette con portadas hechas a mano, escupiendo hacia arriba sin temor a dios, desde aquí, el infierno. Un concierto debut-despedida en El Averno, un video editado en formato vhs (por el Enfermo2), una página web en angelfire y publicación en físico: Revista Nada. Después cada cual se inserta en lo cotidiano, nos dicen hay que sobrevivir.
Naza y Borraxin fotean
entre caminatas interminables, con una zenit en el cuello y unos rollos en la
mochila. Arman un cuarto oscuro en casa de la Abuela Pollo, ventanas pintadas de negro, una ampliadora durst, sobre
negros con papel virgen, olor a químicos, tanques con películas, horas de
revelado y experimentaciones en el papel bajo el foco; tiempo en que la
fotografía era más que un oficio una curiosidad. Esta etapa es plasmada en los Cuadernos, amalgama de fotografía,
collage, escritos, dibujos, recortes, etc; esa era su conceptualismo: la adicción
de mandar todo a la mierda con facilidad, siempre bordeando el límite. Una
colección de carteles de personas desaparecidas junto a esa atracción por la locura, de los desaparecidos
en el pavimento: Mad Max, Reciclator, Líder, Arduro, Loco Charly, Virginia, El Actor, Nostradamus Perrucho,
Loca Calata, Pico, Wilan, La Loca de los Perros, Kuchimanchanka, etc; ellos
son la Nada, los que habían pasado la línea, el límite, el más allá, seres
que permanecían en constante estado de elevación, unaclase de sueños en la tempestad del tiempo.
A
mediados de los dos mil se empatan con Michi,
quien experimentaba con fotografía en el cono norte. Misma locura, perros
muertos. cadáveres y orates, cuestiones que no puedes reconocer sino miras hacia
abajo. Se hace fotógrafo por su tía, pero su vocación era el cigarro. Naza y Michi comparten archivos, sin muchas
pretensiones se inician en publicaciones virtuales: geocities, blog, fotolog,
hi5; mientras Borraxin se iba sumergiendo en la
escritura.
Pasaron
por la prensa chicha, pisco, nicotina
y otros humos más efectivos; olfateando la vida entre piernas de vedettes,
sangre policíaca y sucia política; de lo que siempre se burlaron, personajes del circo
diario. El lado b del fotoperiodismo,
laburando sin cobrar, sin móvil que los traslade a las comisiones, enviando
fotos por correo y desapareciendo en el instante preciso, es su estilo; se
la pasaban bien, haciendo hora con el tío Pantera o escuchando las quejas del
tío Cahua, pero eso no dura y se acaba un periodo del recurseo, practicantes eternos de la vida.
Los dosmil diez asomaban
con variados cambios y un abismo generacional, la fotografía explotando al
máximo en su era digital, todos se compraban una cámara para estar a tono; una pléyade
de fotógrafos haciendo click! y las redes se convertían en el nuevo banco de
memoria fotográfica. Mientras ellos seguían en la calle, unidos por las
visiones y el cachineo, era lo que pintaba.
Una exposición juntaba a nuevos
colectivos: Maldeojo, Piquete Fotográfico, Moderfokus (después Recontrapai),
Malabrigo y Mírate Perú, que servía como un lazo generacional para
rescatarlos del cuasi olvido; después todo iba fluyendo: ferias, exposiciones, conversatorios
y publicaciones. El rollo y la cámara mecánica se iban
desempolvando, y de allí saltar de lo virtual a lo tangible, revalorando el
proceso fotográfico.
Archivos
por todos lados, olor a cigarrillos. Todo
intervenido, todo enterrado, sin atisbo de luz en esta Cachina de experimentación,
sonidos, imágenes, palabras. Quemarse y verse así en el todo, en La Nada. Tan
solo un fin: el Final. Lo demás es poesía negra. Cámaras antiguas de todo
calibre, rollos vencidos, material de archivo fotográfico, collages, revistas
policiales, vedettes y las peladas; todo eso podías encontrar en el Michi Cubil, una especie de cuarto oscuro
en smp.
La
coincidencia era chupar afuera de los tono-eventos. Puerta es todo y estar de boleto, hasta convertir la calle en un
recurso: Killkachina, espacio de
intercambio y trueque, asomaban Fxllfxmxdxs, Betomano, Longaniza, Luchorata. Edú
Noiize, Rojas (Jeropa), Yisus, Carlota, Pandolfi, Acaro, Fochys y otros
engendros mostrando sus colecciones caletas. Todos coincidían en aquel cruce de
jirones, el epicentro del vacilón, la carcajada, gente ebria, usurpadores de la
palabra y necios que venían solo a buscarte la bronca. El recurseo era una biblioteca
educativa, todos los libros que botaba tu vieja o que los vendía al ropavejero.
Juguetes antiguos, colecciones de libros, revistas triple equis, cámaras y
accesorios. Hasta que la municipalidad puso en activo su plan de
restructuración poniendo en jaque a todo el que ocupa un espacio en la vía
pública.
Así es
Lima como como un túnel oscuro, rebautizada como la
Necrópolis, una ciudad que te va desapareciendo sino estas atento y con
cuidado, puede ir destruyendo tu interior hasta llevarte a la locura; donde
solo quedan las postales del más allá y del más acá. transeúntes que pasan,
curiosean y preguntan, no se convencen de que todo tiene un precio. Vivencia
pura, gente recursera que la guerrea que se hace respetar para convivir con los pulseadores
dueños de la calle. Ahí mismo aprendí que la vida estaba ahí, en ningún otro
lugar, en el asco del viento y en el humo de pronunciar las cosas en silencio. Terminar
la jornada de amanecida en el Cine Yanet (ex bar de los fotógrafos), caminar
ebrio esquivando los orines, volteando por Plaza Francia, sumergiéndome en la
Nada.